Yakuza en cuarentena: La caída del imperio de la fuerza en Japón
La mafia que garantizaba orden y paz en las calles, se encuentra sin espacio en un país que ha decidido erradicarlos para siempre.
Andre Pierre Malebrán Tapia
Tokio un año antes de sus anhelados juegos olímpicos lucía mejor que nunca. La fiesta que suponía ocurrir en el 2020 era una joya que ilusionaba no solo al mundo deportivo internacional, también a quienes apostaron todo por sus negocios en el país del Sol Naciente. Por eso en las calles de la capital nipona hasta el más mínimo detalle estaba pensado para el deleite del turista, especialmente en las noches con barrios compitiendo por hechizar con su gastronomía, alcohol, y otro tipo de entretenimientos.
Luego de la tradicional foto en la intersección de Shibuya, recorrimos por horas sus iluminadas calzadas repletas de gente. Entre callejones y paseos peatonales dimos con un sector bohemio donde conocimos a las cuestionadas redes que organizan la noche. Un hombre de terno oscuro se acerca y pregunta, "¿mexicanos?". Respondemos que no mientras fotografiamos por los alrededores. En varios locales donde se ejerce el comercio sexual vemos imágenes de mujeres asiáticas caracterizadas en su mayoría de escolares. Lo comentamos con una colega antofagastina mientras caminamos con cámara en mano.
Un poco más adelante llega otro hombre de manera amistosa y hablando en español nos ofrece descuentos si lo acompañamos, esta vez el sujeto es alto y negro tipo basquetbolista, también usa terno. Aprovechamos que habla en español y consultamos sobre el barrio mientras nos dirigimos al pub que promociona. No entrega muchos detalles, solo dice que es de África y que entiende algo de español.
En nuestra marcha noto que son varios los que siguen nuestros pasos, y aunque sabemos que Tokio es muy segura sospechamos que hay algo raro en el asunto. "¿Falta mucho para llegar?", preguntamos justo antes de hacernos entrar a un edificio sin carteles, ni indicios de pubs. El lugar es oscuro y solo vemos un ascensor viejo que el sujeto llama. Mi acompañante me hace un gesto de sospecha y decido preguntar nuevamente: "¿dónde está el pub?". El hombre dice en inglés "en el séptimo piso". Agradecemos y avisamos que no es lo que esperábamos. El sujeto insiste, pero nosotros partimos divisando en la huida más hombres de traje.
Días después comprendimos el sistema. Los miembros de bajo rango en los clanes, los chimpiras, son los encargados de garantizar la seguridad y coordinar la oferta en distintas zonas. En su mayoría son jóvenes y no suelen lidiar con muchos extranjeros.
Conversamos sobre el tema día después con Francisco, un chileno que conocimos en Kyoto. "Los barrios que están controlados por yakuzas son súper seguros. Nadie te hace nada. Si nadie se mete con ellos, ellos no se meten con nadie", y agrega que lo que sí es ampliamente sabido es que la mayoría están en Ozaka.
Una jugada típica de timo contra los extranjeros es jugar con la confusiones por el idioma. Servir y servir pero luego cobrar una cuenta considerablemente adulterada.
¿El fin?
La Yakuza hasta hace poco controlaba las apuestas, el entretenimiento para adultos, la noche. Un imperio de violencia organizados en 22 grupos criminales que está perdiendo su poder en Japón. En estos clanes regulados bajo la figura de asociaciones, sus patriarcas han pasado de controlar unos 180 mil miembros a 30 mil. Osaka, la ciudad portuaria japonesa, es la casa del Yamaguchi-gumi, la red criminal más grande y lujosa. Su origen se remonta a luchas gremiales de pescadores hace más de un siglo.
Hasta que estallaron violentas guerras entre bandas en los ochenta, sus operaciones se extendieron por sectores como el de la energía nuclear, mercado de valores, inmobiliarias, y en otras áreas estratégicas del estado como la administración de aeropuertos.
Pero tras la escalada de asesinatos las autoridades decidieron golpear los bolsillos de las mafias, y así comenzó a desmantelarse su autoridad. Ahora, tras las cuarentenas, el fracaso de las Olimpiadas, y una década de endurecimiento en las leyes parecieran estar funcionando.
Desde que los juegos del 2016 terminaron en Río, con el exprimer ministro de Japón, Shinzo Abe, invitando al mundo a visitar las Olimpiadas de Tokyo 2020, barrios donde el entretenimiento es parcialmente controlado por esta organización como Ikebukuro, Kabukicho, o Shinjuku, apostaron todo por los juegos que terminaron realizándose un año después y sin público. La policía habla que la Yakuza está dejando de recibir pagos que solía exigir a cambio de seguridad a comercios, así que están priorizando estafas vinculadas con el Covid.
Hoy los yakuzas están arrinconados en diferentes aspectos. No pueden abrir cuentas en servicios como bancos. Y en su caída, sus patriarcas critican las medidas advirtiendo que sin su control las noches en uno de los países más seguros y desarrollados del mundo caerán en el caos.