Luces y sombras de un circo transformista en el ojo fotográfico
Dos veces en su vida había ido Cristian Ochoa a la función de un circo transformista. Eso fue antes de que decidiera dejar su pega de ingeniero civil para dedicarse exclusivamente a la fotografía. También antes que le llamara la atención ese mundo, se quedara todo un año capturando imágenes y armara una exposición fotográfica que hasta la semana pasada estuvo expuesta en el segundo piso del Teatro Municipal de Antofagasta. De esas dos veces, una fue al Timoteo y a otro que se llamaba el 'Ernestini', dice el artista visual.
Toparse con esa "noche de estrellas", como se llama su exposición, fue de pura casualidad. El año pasado él hacía un trabajo fotográfico sobre la gente que reparte agua en los camiones aljibe de la ciudad. Estaba en eso, siguiéndolos a todas partes, cuando se topó con una carpa de circo en la mitad del vertedero municipal.
-Ese circo se llamaba Noche de Estrellas- cuenta Cristian, quien acompañó a "La Estrella" a recorrer su exposición- Estaba dentro de campamentos, en un lugar súper complicado. Hice la exposición sobre el tema del agua, y vi esas fotos.
Salvo esa imagen de la carpa y su nombre, Ochoa no tenía mayor información sobre el circo, que generalmente recorre la ciudad de forma itinerante. Nadie supo darle una respuesta hasta que pegó un llamado a la radio Carnaval. "Y ahí me dijeron que tenían el contacto del dueño. O sea, dueña, perdón".
LUCES
Cristian no llegó y sacó fotos altiro. Fue a ver el show un par de veces, y de ahí conversó con la dueña para explicarle qué quería hacer. Tampoco se puso fecha de plazo, porque no quería tampoco quedarse con una idea parcial del mundo circense. Fácil podía ser el tema de la vida sexual, pero "Noche de Estrellas" va más allá. "Lo primero que a todos le interesa esa mirada fácil, se quedan con esa impresión. Pero el que va tiene otra mirada", dice.
El artista siguió durante un año la vida detrás de la carpa que recorre la ciudad. A veces está en la Villa el Salto, otras en el Pedregal, siempre en la periferia, porque ahí viven muchos de sus integrantes. Cuando comienza el espectáculo, a veces hay diez personas, incluso menos. En las fotos de Cristian hay imágenes de cuatro mujeres mirando el espectáculo, rodeado de sillas rojas vacías.
-Eso les complica, pero al mismo tiempo ellos lo hacen por amor al arte. Cuando hay quince personas recién tienen plata, porque necesitan un generador para echar a andar la luz de la carpa. Y con cada entrada a luca entenderás que no les llega ni uno, pero gastan cualquier plata en maquillaje, pasaje, carrete. Lo hacen porque les gusta.
El espectáculo es variado. Hay shows de baile, canto y humorístico. "Algunos cantan a capella, otros que hacen el movimiento como que cantan, y lo otro es comicidad. Hacen hueveo todo el rato", comenta Cristian mirando una de sus fotografías. Muchos de ellos tienen cerca de 40 años. Van llegando jóvenes pero duran poco, dice el artista. Todos, con vidas diferentes que sólo sus cercanos conocen bien. Uno es guardia, otro trabaja en la mina, uno es peluquera, otro hace eventos. Cuando se encienden las luces de la carpa, sólo está el artista y su público.
SOMBRAS
-Esta foto- dice apuntando a la fotografía que ilustra esta página- es una loca bañándose, la Scarlet. Estaba encima de ella, si quedó todo mojado el lente. A cada lado que van ellos la gente los quiere caleta, los deja viviendo con ellos, porque las locas son buena onda.
Además del show propiamente tal, en las imágenes en blanco y negro tomadas por Cristian Ochoa está la vida cotidiana del circo, porque a lo más, serán dos o tres personas las que viven en la carpa. Donde se instalen, ellas se turnarán para ir a conseguir agua en bidones, para armar el pequeño campamento, para cobrar boletos u ordenar.
Cada fotografía tiene su historia. En una, una mujer besa y sostiene la mano de lo que, aparentemente, es una guagua. Pero es de plástico. "Esa es una niña esquizofrénica, ayuda a ordenar las cosas, a comprar, a limpiar. En su mundo imaginario ella piensa que está enamorada de Luis Miguel, y ese es su hijo que cree que se lo mandó Luis Miguel. Vive ese mundo", comenta Cristian Ochoa.
Fue el último día de exposición en el Teatro Municipal de Antofagasta. Luego Cristian comenzó a desmontar para mostrar su trabajo en Mejillone, donde estará hasta el 22 de noviembre.
Le gustaría llevar su obra a otras partes, pero ya está contento con lo del libro que resume toda su experiencia de un año (ver recuadro). Y ahora, el fotógrafo está a la caza de tomar fotos en los campamentos. Está conociendo inmigrantes, tomando tecito, carreteando con ellos. No hay fecha, porque lo está viviendo recién. J