Regalones de la semana
A esta simpática perrita le encanta dormir y jugar con la familia Prado Mujica del sector sur. Ellos aseguran que nadie la echa cuando 'pega la pestaña'.
A esta simpática perrita le encanta dormir y jugar con la familia Prado Mujica del sector sur. Ellos aseguran que nadie la echa cuando 'pega la pestaña'.
En el mundo acelerado y complejo en el que estamos hoy, de tanto en tanto aparecen quienes nos demuestran que no todo está perdido, que en nosotros queda algo de humanidad, que hay quienes trabajan por otros y por todos. Mientras que en Chile tenemos una estratosférica cifra de perros (la cifra de gatos no es tan clara) abandonados en las calles, sin supervisión médica, sin programas gubernamentales o municipales que se hagan cargo de su bienestar, aparece en el otro lado del mundo un proyecto de innovación social simplemente fabuloso. La idea empezó con la circulación de un video grabado en un parque de Estambul, en Turquía, que mostraba un invento bastante curioso y utópico pero que resultó ser completamente cierto. Una empresa de nombre Pugedon creó una máquina dispensadora de agua y comida de perros para tratar de ayudar a los casi cien mil perros y gatos que viven en las calles de la capital. Pero la maravilla de esta máquina radica en que el alimento y agua cae cuando alguien, en la misma máquina, deja una botella de plástico para reciclarla. Una vez introducida, cae una ración de pellet y el excedente de agua de la botella -que también se echa- cae al respectivo plato, creando un círculo virtuoso de educación a la población en el fomento del reciclaje, dándole un respiro a nuestro planeta y creando conciencia de ayuda a los animales que no tienen más que esa comida para sobrevivir.
La plata que obtiene la empresa por la venta de las botellas para reciclar, se reinvierte para la compra del alimento. Imaginen esa realidad aquí en Chile. Pensemos por un momento que esos receptáculos no serían destruidos por aquellos vándalos que están sumidos en la rabia y el resentimiento. Pensemos por un momento que sería un proyecto que estaría aprobado para funcionar en nuestras calles o parques, sin caer en la burocracia de quienes toman las decisiones. Imaginemos que estamos un paso más allá. ¿No sería un cambio de vida para esos pobrecitos que deambulan muertos de hambre y sed en las calles? Tendríamos animales más tranquilos, sin peleas por un resto de comida, sin basureros rotos. Sin mencionar el fomento al reciclaje en un país que bota en la basura de su casa las botellas plásticas de bebida junto con un cuaderno viejo.
Sería como diría un gringo, una 'win win situation'. Todos ganan. ¿Estamos preparados? Hoy sinceramente no lo creo. Porque mientras no asumamos que esos animales, para bien o para mal, ya existen y que por lo mismo hay que cuidarlos, vamos a seguir atrapados en esa imagen de país que quiere ser desarrollado pero que en cada paso que da, hay un animal que muere por la escasa empatía de su sociedad.